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El Presidente saliente, en su amable discurso hacia los invitados, se dirigió muy circunspectamente a “los Presidentes de Latinoamérica”. Y cuando lo dijo, algo le sonó mal porque se quedó un poco cortado e hizo un silencio, como si sintiera que estaba excluyendo a alguien. Y tuvo necesidad de aclarar: Presidentes y Presidentas.
El gesto sonó simpático, y seguramente fue hecho desde la mejor intención. Aunque no era idiomáticamente necesario.
El Presidente Kirchner tuvo necesidad de aclarar, de lo que es posible inferir que el Presidente sintió lo mismo que sentimos las mujeres cuando habitualmente en un discurso (científico, religioso, político, o cualquiera) se usa el masculino plural para hablar de toda la humanidad poniendo en acto la ecuación Hombre = hombre.
Ecuación muy distinta a Humanidad = hombres + mujeres.
Y ese gesto es una buena señal. ¿de que? De que se empieza a percibir socialmente eso tan sutil que por ser habitual se siente como natural….. y no es natural.
Un gesto mínimo que a la vez resume algo tan enorme como varios miles de años de historia: los espacios de poder han sido históricamente masculinos, y esto está internalizado al extremo que aún cuando el idioma nos permite utilizar un término que representa poder e incluye a los dos sexos, tal como es el término presidente, tenemos necesidad de aclarar, e inventamos un neologismo ahí donde no es idiomáticamente necesario.
Y digo tenemos, porque esa necesidad no es exclusiva del Presidente Kirchner. Todos los medios hablan de Presidenta, y no creo que sea por falta de información gramatical. Y no está bien ni mal, solo muestra algo: Cuando se tiene tanta necesidad de inventar un término que no sería necesario, tal vez es porque se está hablando de otra cosa.
¿Por qué no alcanza con decir “La Presidente”?
La respuesta no es obvia: hay una ecuación que mediante este recurso se intenta desarmar: Presidente = hombre.
Desde esa ecuación imaginaria, no se puede ser presidente si se es mujer. Entonces, si se es mujer y presidente debe haber algo que marque la diferencia. Aunque la lengua y la Constitución autoricen a hablar de Presidente en ambos casos.
Y esto es lo que señala el neologismo: un recurso del imaginario social…que a la vez que soluciona…..se hace trampa. Se hace trampa ahí donde parece encontrar solución.
Al inventar el término “Presidenta”, cede en las palabras y convalida que “Presidente” solo puede ser un hombre.
Y, ceder en las palabras, es ceder en el terreno mas Sutil, y por lo tanto en el terreno mas poderoso. Y eso, siempre es antesala de ceder en los hechos.
Elina Duprat
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